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¿Dudas? ~ Staff
La carta, el banco y la muñeca de plástico
2 participantes
Página 1 de 1.
La carta, el banco y la muñeca de plástico
Comprobé el papelito en mi mano, no había duda, era allí. Miré a los lados una vez más y comprobé de nuevo que nadie me observaba. Dejé la caja en la puerta. Era un lugar tranquilo y bonito, no se parecía en nada a mi apartamento.
Dejé el bulto sabiendo que había gente dentro de la casa, pulsé el timbre y salí corriendo hasta perderme en las calles.
La caja contenía un móvil con un único número grabado, una mochila azul marino y una carta que decía así:
Vale, tenía que hacer algo ya. Cuanto antes, aunque tampoco iba a adelantarme...
Después de mi desventurada historia sólo podía meterme en algo peor y seamos sinceros ¿que es peor que una mafia cutre? Pertenecer a una mafia joven, algo inocentona y acechada en las sombras por otras: por las grandes naves espaciales “Mafia Rusa” y “Mafia Italiana”.
Así es cómo clavé mis ojos en la estadounidense, en Londres. Era interesante darse cuenta de todo lo que sucedía en la zona y saber que realmente sus causantes no eran “productos autóctonos”. No fue fácil descubrir lo que necesitaba para ser aceptada pero sin ello estaba en bragas ¿quién quería a alguien que no podía probar su experiencia y profesionalidad? Necesitaba demostrar algo ¿poder, fuerza, inteligencia, mente brillante? Realmente no sabía exactamente qué pero era consciente de ese “algo” que flotaba sobre mi cabeza con total impunidad.
Estuve estudiando la zona, las actividades, las noticias... Me paseé por las calles con ese aire de chica-mona-estúpida y las puertas se abrieron, quizás con demasiada facilidad. Incluso me metí en la central de policía con la excusa que de habían intentado robarme...
Era consciente de que no sabía nada y sin embargo sabía mucho más que la población y seguramente más que algún “enterado” en la materia.
Así fue cómo decidí cuál sería mi puesta en escena, mi gran golpe. Puse todos mis esfuerzos y concentración en Governor and Company of the Bank of England. Este largo nombre era simplemente El banco central del Reino Unido con base en Londres, cómo no... Este pequeño gigante es el encargado de dictar la política monetaria.
Lo busqué a través de confidentes (también llamados soplones), por internet, en bibliotecas, en bancos “contrarios” (la pasta mueve montañas y un buen banco es cómo la mejor mafia: astuto, malvado, incisivo y mortal). En definitiva hice casi todo lo que se tiene que hacer y finalmente sólo tuve que pasearme por su edificio central con una Stacy Malibú en la mochila. (la muñeca equivalente a Barbie en los Simpson. ¡Sí, en eventos friki las venden!)
Ahí tienes tu gran spoiler pero no he sido muy clara ¿no es cierto?
Bueno fue simple, relativamente simple: yo era una mujer y él era un banco inocente que iba a ser desplomado.
La cosa es que un día, cuándo llevaba exactamente 2 meses y 3 días en Londres, salí a la calle con la maravillosa apariencia de una embarazada morena, alta, guapa y rica. Entré en El banco central, también llamado The Old Lady, en la calle Threadneedle con total normalidad y una mochila azul.
Salí de allí treinta minutos después con la mochila rellena hasta los topes de billetes dejando en la escena el relleno del cojín de mi barriga (ahora también rellena de billetes sin marcar) y una bonita Stacy Malibú.
Ahora señor Wade P. Harbin usted tiene la mochila y esta carta. ¿piensa aceptarme en su morada?
Supongo que ha sido algo osado por mi parte dejarme llevar y depositar esta caja en frente de su puerta personalmente, claro que eso es algo que tampoco debería haber mencionado...
Espero su respuesta aunque seré paciente mientras la policía busca “El ladrón Malibú” y usted decide si merezco la pena,
Stacy Malibú
PD: si finalmente desea contactar conmigo sólo use el teléfono que le adjunto.
PPD: perdone que esta carta sea tan extraña.
Dejé el bulto sabiendo que había gente dentro de la casa, pulsé el timbre y salí corriendo hasta perderme en las calles.
La caja contenía un móvil con un único número grabado, una mochila azul marino y una carta que decía así:
Vale, tenía que hacer algo ya. Cuanto antes, aunque tampoco iba a adelantarme...
Después de mi desventurada historia sólo podía meterme en algo peor y seamos sinceros ¿que es peor que una mafia cutre? Pertenecer a una mafia joven, algo inocentona y acechada en las sombras por otras: por las grandes naves espaciales “Mafia Rusa” y “Mafia Italiana”.
Así es cómo clavé mis ojos en la estadounidense, en Londres. Era interesante darse cuenta de todo lo que sucedía en la zona y saber que realmente sus causantes no eran “productos autóctonos”. No fue fácil descubrir lo que necesitaba para ser aceptada pero sin ello estaba en bragas ¿quién quería a alguien que no podía probar su experiencia y profesionalidad? Necesitaba demostrar algo ¿poder, fuerza, inteligencia, mente brillante? Realmente no sabía exactamente qué pero era consciente de ese “algo” que flotaba sobre mi cabeza con total impunidad.
Estuve estudiando la zona, las actividades, las noticias... Me paseé por las calles con ese aire de chica-mona-estúpida y las puertas se abrieron, quizás con demasiada facilidad. Incluso me metí en la central de policía con la excusa que de habían intentado robarme...
Era consciente de que no sabía nada y sin embargo sabía mucho más que la población y seguramente más que algún “enterado” en la materia.
Así fue cómo decidí cuál sería mi puesta en escena, mi gran golpe. Puse todos mis esfuerzos y concentración en Governor and Company of the Bank of England. Este largo nombre era simplemente El banco central del Reino Unido con base en Londres, cómo no... Este pequeño gigante es el encargado de dictar la política monetaria.
Lo busqué a través de confidentes (también llamados soplones), por internet, en bibliotecas, en bancos “contrarios” (la pasta mueve montañas y un buen banco es cómo la mejor mafia: astuto, malvado, incisivo y mortal). En definitiva hice casi todo lo que se tiene que hacer y finalmente sólo tuve que pasearme por su edificio central con una Stacy Malibú en la mochila. (la muñeca equivalente a Barbie en los Simpson. ¡Sí, en eventos friki las venden!)
Ahí tienes tu gran spoiler pero no he sido muy clara ¿no es cierto?
Bueno fue simple, relativamente simple: yo era una mujer y él era un banco inocente que iba a ser desplomado.
La cosa es que un día, cuándo llevaba exactamente 2 meses y 3 días en Londres, salí a la calle con la maravillosa apariencia de una embarazada morena, alta, guapa y rica. Entré en El banco central, también llamado The Old Lady, en la calle Threadneedle con total normalidad y una mochila azul.
Salí de allí treinta minutos después con la mochila rellena hasta los topes de billetes dejando en la escena el relleno del cojín de mi barriga (ahora también rellena de billetes sin marcar) y una bonita Stacy Malibú.
Ahora señor Wade P. Harbin usted tiene la mochila y esta carta. ¿piensa aceptarme en su morada?
Supongo que ha sido algo osado por mi parte dejarme llevar y depositar esta caja en frente de su puerta personalmente, claro que eso es algo que tampoco debería haber mencionado...
Espero su respuesta aunque seré paciente mientras la policía busca “El ladrón Malibú” y usted decide si merezco la pena,
Stacy Malibú
PD: si finalmente desea contactar conmigo sólo use el teléfono que le adjunto.
PPD: perdone que esta carta sea tan extraña.
Stacy Miller- Envíos : 65
Re: La carta, el banco y la muñeca de plástico
Buenos días, Londres. Una vez más despertaba junto a ella, en una discreta vida de ensueño, quizá salpicada de las irregularidades propias de cualquier familia ;sin olvidar los tratos con Italianos y Rusos, que siempre intentaba llevar lejos de mi hogar. Aribeth estaba metida casi tanto cómo yo, pero Juliette no tenía la culpa de haber nacido en un seno que se dedicaba a la violencia, la extorsión. En otras palabras, en una especie de guerra latente que esforzaba por mantener a una distancia prudencial de lo que amaba con cada fibra de mi cuerpo.
Lamentablemente, no había conseguido dejar a Aribeth al margen. Me alegraba, en cierto modo, tenerla siempre a mi lado, sin secretos. Después, obviamente, vivía una pequeña preocupación constante por su vida.
Desperté antes que ella. Esa mañana de domingo me había desvelado con esos pensamientos. Antes de incorporarme beso la parte posterior de su cabeza y sonrío, inhalando el aroma de su cabello antes de levantarme del todo. No hacía un frío excesivo, aunque decido ponerme una chaqueta antes de bajar a por el periódico. Salgo de la habitación para bajar la escalera no sin antes echar un vistazo a la habitación de mi hija. Duerme, rodeada de peluches, quizá soñando con hadas, duendes. Eran los mejores sueños que le podía prometer. Me sentía orgulloso de ello.
El sonido del timbre hizo que mis sentidos vibrasen, llamando la atención de mi cuerpo. Me calmé casi enseguida, no era mucha gente la que conocía el paradero de nuestro hogar. Y si la conocían, no sabían que nosotros éramos quiénes éramos. De todos modos me llama la atención que un domingo llamen a mi puerta a aquellas horas de la mañana.
Aprovecho al llegar al hall para encender un cigarrillo justo antes de salir afuera. Ari seguía sin ver con buenos ojos aquel vicio, por ese motivo lo hacía menos y a escondidas. La entendía y le daba la razón, pero no era tan sencillo dejarlo, aún después de unos años. Cabe decir que poco a poco había reducido la "dosis" así que no lo hacía tan mal.
Mejor prevenir, por lo que me agaché hincando la rodilla en el suelo para sacar la pistola que estaba pegada bajo el mueble del recibidor. Era una glock 9mm más bien pequeña, para casos cómo aquel, estaba cargada, el peso me lo indicaba. La escondo en el bolsillo de la chaqueta.
Abro la puerta al nuevo día, que arremete en contra mía con una brisa fresca directa a la cara. Entrecierro los ojos y cruzo los brazos buscando el periódico por el suelo del jardín. La puerta queda cerrada de par en par y es otra cosa la que llama mi atención al mirar al suelo.
- ...¿Es navidad? -me pregunto, en voz baja. Mis ojos miran a uno y otro lado de la calle, apretando la empuñadura de la pistola dentro del bolsillo. Decido encuclillarme para examinar mejor aquella caja.
No tenía una tapa, por lo que se veía el contenido. Acerqué el oído a la mochila. Ni siquiera se adivinaba el zumbido de aparatos electrónicos que pudieran accionar un explosivo, aunque el teléfono podía actuar de detonador. De todas formas, era demasiado poco... elegante cómo para tratarse de un atentado. En el interior de la caja también había una carta. La cojo, y exhalo algo de humo al cielo. Suspiro al tiempo que la abro.
Lamentablemente, no había conseguido dejar a Aribeth al margen. Me alegraba, en cierto modo, tenerla siempre a mi lado, sin secretos. Después, obviamente, vivía una pequeña preocupación constante por su vida.
Desperté antes que ella. Esa mañana de domingo me había desvelado con esos pensamientos. Antes de incorporarme beso la parte posterior de su cabeza y sonrío, inhalando el aroma de su cabello antes de levantarme del todo. No hacía un frío excesivo, aunque decido ponerme una chaqueta antes de bajar a por el periódico. Salgo de la habitación para bajar la escalera no sin antes echar un vistazo a la habitación de mi hija. Duerme, rodeada de peluches, quizá soñando con hadas, duendes. Eran los mejores sueños que le podía prometer. Me sentía orgulloso de ello.
El sonido del timbre hizo que mis sentidos vibrasen, llamando la atención de mi cuerpo. Me calmé casi enseguida, no era mucha gente la que conocía el paradero de nuestro hogar. Y si la conocían, no sabían que nosotros éramos quiénes éramos. De todos modos me llama la atención que un domingo llamen a mi puerta a aquellas horas de la mañana.
Aprovecho al llegar al hall para encender un cigarrillo justo antes de salir afuera. Ari seguía sin ver con buenos ojos aquel vicio, por ese motivo lo hacía menos y a escondidas. La entendía y le daba la razón, pero no era tan sencillo dejarlo, aún después de unos años. Cabe decir que poco a poco había reducido la "dosis" así que no lo hacía tan mal.
Mejor prevenir, por lo que me agaché hincando la rodilla en el suelo para sacar la pistola que estaba pegada bajo el mueble del recibidor. Era una glock 9mm más bien pequeña, para casos cómo aquel, estaba cargada, el peso me lo indicaba. La escondo en el bolsillo de la chaqueta.
Abro la puerta al nuevo día, que arremete en contra mía con una brisa fresca directa a la cara. Entrecierro los ojos y cruzo los brazos buscando el periódico por el suelo del jardín. La puerta queda cerrada de par en par y es otra cosa la que llama mi atención al mirar al suelo.
- ...¿Es navidad? -me pregunto, en voz baja. Mis ojos miran a uno y otro lado de la calle, apretando la empuñadura de la pistola dentro del bolsillo. Decido encuclillarme para examinar mejor aquella caja.
No tenía una tapa, por lo que se veía el contenido. Acerqué el oído a la mochila. Ni siquiera se adivinaba el zumbido de aparatos electrónicos que pudieran accionar un explosivo, aunque el teléfono podía actuar de detonador. De todas formas, era demasiado poco... elegante cómo para tratarse de un atentado. En el interior de la caja también había una carta. La cojo, y exhalo algo de humo al cielo. Suspiro al tiempo que la abro.
"Buenos días", Londres.
Wade P. Harbin- •Don de mafia•
- Envíos : 435
Ficha "X"
Arma: Desert Eagle.
Especialidad: Disparo a larga distancia. Lucha callejera.
Re: La carta, el banco y la muñeca de plástico
Estaba ya lejos del precioso barrio dónde dejé la caja. Paseé por las calles del centro sin ningún objetivo en concreto. Sabía que no me responderían enseguida pero no tenía nada más que hacer a parte de esperar. Era algo penoso pensar que no había ningún futuro concreto para alguien como yo, que no tenía familia ni un lugar al que pudiera llamar hogar. Sin embargo no iba a deprimirme porque ese era el pan de cada día, para empezar, y porque mi nuevo yo era feliz e inocente, al menos en cuanto a fachada.
Decidí, una vez más, que si de algo me servía esa miserable existencia era para comprar cosas... El dinero no da la felicidad pero gastarlo es produce los mismos efectos que una droga blanda. Te sientes bien mientras el producto (la pasta) se va agotando a causa de tus actos (comprar) y un residuo de eso (las compras en este caso) queda en ti. Ese residuo es el “kit” de la cuestión, el resultado por el que acudes a la droga en concreto. Ese residuo es el fin que ansías: la salvación momentánea, el olvido de las cosas malas.
Ir de compras es una de las formas más sanas de drogarse que he conocido jamás y además es algo inocente a comparación con todo lo demás, al menos si no piensas en todo lo que haces para conseguir el dinero...
Entré en unas cuantas tiendas y me probé algunas cosas, examiné el género... Finalmente decidí no robar aunque mi instinto me traicionó y salí de la tiendo con un par de prendas más de las que había pagado. ¿Me estaría volviendo cleptómana? El hombre es un animal de costumbres (sé que es una excusa barata, casi tan barata cómo la de los religiosos que hacen cualquier cosa y luego rezan unos cuantos avemarías...).
Comprobé mi teléfono una vez más. Quizás sólo quizás recibiera una respuesta/ amenaza de muerte antes de que acabar el día.
Estaba en la calle así que evité poner caras largas. Miré la pantalla expectante y sonreí como si hubiera recibido un largo mensaje de amor aunque lo cierto es que el móvil parecía un cadáver. Ni vibraba, ni hacía ruidos... ni tocaba los cojones.
La gente a mi alrededor se tragó mi aspecto de chica-mona-tonta. Pero eran simples civiles ¿Qué otra cosa iban a hacer?
Decidí, una vez más, que si de algo me servía esa miserable existencia era para comprar cosas... El dinero no da la felicidad pero gastarlo es produce los mismos efectos que una droga blanda. Te sientes bien mientras el producto (la pasta) se va agotando a causa de tus actos (comprar) y un residuo de eso (las compras en este caso) queda en ti. Ese residuo es el “kit” de la cuestión, el resultado por el que acudes a la droga en concreto. Ese residuo es el fin que ansías: la salvación momentánea, el olvido de las cosas malas.
Ir de compras es una de las formas más sanas de drogarse que he conocido jamás y además es algo inocente a comparación con todo lo demás, al menos si no piensas en todo lo que haces para conseguir el dinero...
Entré en unas cuantas tiendas y me probé algunas cosas, examiné el género... Finalmente decidí no robar aunque mi instinto me traicionó y salí de la tiendo con un par de prendas más de las que había pagado. ¿Me estaría volviendo cleptómana? El hombre es un animal de costumbres (sé que es una excusa barata, casi tan barata cómo la de los religiosos que hacen cualquier cosa y luego rezan unos cuantos avemarías...).
Comprobé mi teléfono una vez más. Quizás sólo quizás recibiera una respuesta/ amenaza de muerte antes de que acabar el día.
Estaba en la calle así que evité poner caras largas. Miré la pantalla expectante y sonreí como si hubiera recibido un largo mensaje de amor aunque lo cierto es que el móvil parecía un cadáver. Ni vibraba, ni hacía ruidos... ni tocaba los cojones.
La gente a mi alrededor se tragó mi aspecto de chica-mona-tonta. Pero eran simples civiles ¿Qué otra cosa iban a hacer?
Stacy Miller- Envíos : 65
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