"Perdon" es una palabra de seis letras y dos corazones rotos

Angelus se sentía derrotada, el cansancio era visible no solo en lo pesado de sus movimientos, si no en las marcadas ojeras que ostentaba desde hacia varios dias. Apenas unas horas atras, habia dejado al pequeño Armand al cuidado de la nana, mientras ella huía hacia el departamento, el oasis de auto-tortura donde pasaba noches en vela repitiendo su error.

Aun recuerda la carta que habia dejado esa misma tarde en el pulcro tocador de la recamara que ya no compartían desde aquella noche de confesiones. Aun podia saborear el salado gusto de las lagrimas de arrepentimiento que brotaban con cada letra.

Lo hecho, hecho está

Pensaba a veces Se habia disculpado, habia rogado, habia tomado la decisión de cortar de tajo la relacion con Friedrich, el habia vuelto a Alemania, ella se habia quedado con el hombre que amaba. ¿Que mas podia hacer?.

Incluso le habia pedido en la carta que se reuniese con ella en ese lugar, necesitaban hablar, purgar el veneno de esa traicion. Angie queria, necesitaba y deseaba su perdón.

Aquel era uno de los pocos días en que era el último en llegar a la casa y por tanto, Angelus se encargaba de ir a buscar a Armand al colegio y de llevarlo a la casa. Este último tiempo, debido al conflicto que nos había separado, llegaba un poco más tarde que de costumbre, sin prisas, llegando a saludarla con fingida indiferencia y yéndome de inmediato al cuarto de Armand, en el cual dormía ahora la mayoría de las noches.

Aquella tarde, sin embargo, al llegar sólo me encontré con la niñera y con Armand en el salón viento televisión y atiborrándose de palomitas. Fruncí el ceño exageradamente y de un tirón le quité el bote de sus brazos, haciendo que saltara del sillón y me siguiera dando gritos mientras yo corría por la casa huyendo de él. Dejé que me alcanzara y sus ojos me miraran con aquella expresión de ruego tan igual a la de su madre, y le entregué el bote de palomitas con una reverencia. La debilidad de Armand eran todas las cosas dulces, y su felicidad era comer palomitas toda una tarde.

Entré en la habitación para tomar algo de ropa del armario y darme una ducha cuando un papel en la mesita llamó mi atención. Me acerqué, tomé y abrí la nota, la leí y suspiré dejándola en la cama. Regresé al armario negando con la cabeza y tomé lo que necesitaba para ir a darme una corta ducha. Luego de eso, intenté llevarme a Armand a dormir, pero fue imposible, y no me quedó más remedio que seguir dejándolo en manos de la niñera, que lo consentía en todo. Los dejé con la orden de ir a dormir antes de medianoche, me eché las llaves de departamento en el bolsillo y tomé las llaves de auto para partir rápidamente en la oscuridad de la noche en dirección a Piccadilly.

No tenía idea de lo que le iba a decir, ni cómo iba a reaccionar ante lo que probablemente ella haría. No estaba seguro de nada excepto de algo : la seguía amando como siempre, a pesar de que ahora cada vez que la miraba, sentía una odiosa opresión en el pecho. Pero no estaba enojado ni enfadado con ella, nunca lo estuve. El sentimiento era otro.

Subí en silencio al departamento, y entré también a hurtadillas. Adentro estaba algo oscuro, pálidas luces iluminaban los pasillos, pero me la encontré nada mas dar algunos pasos. Miré su espalda recortada contra la ventana y cerré los ojos unos segundos.

- Hola - murmuré echándome las llaves al bolsillo y mirándola con preocupación y algo de culpa, sin saber la razón.

Angelus estaba inquieta desde hacía unos minutos, sentía una fuerte opresión en el vientre sumada al frío sudor que bajaba por su espalda. Se hallaba en el balcón mirando la febril actividad de los automóviles cuando lo divisó entrando a la cochera del edificio. Gaspard había llegado.

Relájate Angie, no es como si te condenaran a muerte

¿Ah, no? ¿y entonces por que se siente asi?

Oh si, asi se las gastaba su propio subconciente cuando estaba ante una situación precariamente incómoda, y esa no era la excepción. Su pulso se aceleró conforme los segundos corrían.

tic tac

El ascensor se abre frente al amplio y bien iluminado pasillo, el rumor de sus pasos se vuelve estridente en el piso de mármol, Angelus cuenta las respiraciones que exhala antes de que el ruido de las llaves lo delaten: 32

Tic

El chasquido metálico de la cerradura la sobresalta

Tac

El suave rechinido de la puerta le quita el aliento a la pelirroja, Angelus aprieta los puños y se sienta en el sofá, las piernas no le responden, se siente una presa ante el cazador sanguinario

Solo es Gaspard!

La voz de Friedrich resuena en su memoria, ocasionando que la ojiverde sonriese involuntariamente, aquello no era en forma despectiva si no todo lo contario, Gaspard no era del tipo de hombres que cometeria un crimen pasional.

Siempre puede haber sorpresas

Gaspard: -Hola-

Su voz llevaba un matiz de preocupación y culpa. ¿Uh?, ¿acaso se había perdido de algo?, ¿por que él podria sentirse culpable?. La pelirroja suspiró y tratando de encontrar la voz, carraspeó mientras buscaba a tientas la cajetilla y el encendedor

-Hola-

Musitó con pesar, señalando el asiento frente a ella, dispuesta a llegar a un punto preciso o saltar por el balcón (en sentido figurado, claro). Angelus dió una larga calada al cigarro antes de clavar la mirada en su marido; a pesar del tiempo y los sucesos, Gaspard seguia conservando aquella mirada inocente e irresistible. La mente de la mujer viajó muchos años atrás, habia sido en esa misma estancia, donde ella le habia confesado que lo amaba.

-Gaspard, yo.. Se que decir "lo siento" no resuelve nada, tampoco es un justifcante a lo que hice. Comprendo tu enfado, creeme que no quise jamás que esto sucediera, pero pasó. Ahora.. Quisiera saber que es lo que piensas hacer. Yo puedo mudarme de vuelta a este penthouse si deseas, Armand y tu se quedarian en la villa, es mas segura, y despues..-

No se atrevió a terminar la frase, con una calada del cigarro intento disimular el nudo en la garganta. Ya había pedido perdon, habia intentado arreglar las cosas, ahora, todo dependía de él

La miré atentamente antes de acercarme con paso algo vacilante y sentarme donde me indicaba sin perderle la vista de encima. Hacía días que no la observaba con ateción, y noté el cansancio en su expresión.
El aroma del cigarrillo se extendió entre nosotros y miré hacia el ventanal mientras ella hablaba. Era una disculpa que no esperaba escuchar. Yo no la culpaba, nunca había estado enfadado. Pero un dolor mudo me comía el corazón.

Cuando terminó, la miré sorprendido y con un nuevo dolor en el corazón, avivado por sus palabras.
- Yo no quiero que te vayas - murmuré como si fuera obvio - pero si tú deseas irte porque te sientes incómoda con nosotros, estás en todo tu derecho - repliqué volviendo a mirar hacia la ventana con cansancio.

-No quiero irme-

La voz de la pelirroja sonaba como un fino cristal a punto de romperse, Angie deseaba terminar con todo aquello, dejar de sentirse miserable cada que la cama gritaba la ausencia de Gaspard a su lado

-Yo..Ya.. ya no se que mas hacer Gaspard-

Musitó, dejandose caer en el sofá de enfrente, hundiendo la cabeza entre las manos y dando rienda suelta a todas las emociones reprimidas, sintiendo las gruesas lágrimas resbalar por sus mejillas. Habia amado a Friedrich con el ímpetu del amor clandestino, pero AMABA a su marido, Gaspard, más que a nada en el mundo, era su todo, su vida, su universo entero, y sin él, simplemente dejaría de existir un motivo real por el cual despertar cada mañana

-¿Que debo hacer, Gaspard?-