El Perfume [LIBRE]

Algunas veces uno nunca sabia exactamente el porque estaba en un lugar donde no deberia estar, Paris por ejemplo, y mas porque a veces eran razones tan triviales. En este caso mi razon era el asombroso sabor del cafe parisino. Siempre me habian recomendado probarlo y claro que era una de mis mezclas personales favoritas.

Asi que ahi estaba yo, afuera del café justo a punto de dar el primer paso y ordenar la amarga bebida que tanto complacia a mi paladar. Vistiendo con jeans, playera y una chaqueta y mis lentes de rubi especial entre al establecimiento acercandome a la barra.

En ese momento se percató de la llegada de un cliente nuevo
al café, al cual observó de soslayo durante unos segundos antes de volver
fingidamente a su periódico. No le pasaron inadvertidas las exóticas lentillas
rojas, y aunque no fuesen nada del otro mundo – pues las lentillas de colores
en general se estaban popularizando – no dejó de darle cierta curiosidad acerca
del recién llegado.

Miró fugazmente su reloj, el cual marcaba las 8:56. Suponiendo
que Beaumont estaría al llegar se levantó y se dirigió a la barra a saldar la
cuenta, encontrándose con el hombre de antes. Para no pasar por maleducada se
había quitado las gafas, y en un rápido vistazo confirmó lo de las lentillas.
Ahora que lo pensaba, siempre había querido unas de gato...

Dirigió la vista entonces al camarero, esperándolo,
ignorante de que se había dejado el papel con las instrucciones en la mesa de
afuera.

Al parecer el que entrara usando lentes de rubi fue sorpresa para muchos pues apenas se estaba asomando el sol y obviamente aquellas personas ignoraban el hecho que estaba ciego. El camarero se acerco a mi para tomar la orden.

-Quiero un cafe negro, muy amargo- Dije friamente antes de que una chica se posara a mi lado y me mirara como lo habia hecho momentos atras. Seria ciego pero eso habia desarrollado los demas sentidos.

Poco después de su llegada a la barra, el hombre pidió un café. Y aunque no lo deseara, un ligero escalofrío, perceptible exteriormente sólo por el rubio vello erizado de sus antebrazos, le recorrió el espinazo como un presagio de destinos fatales. Tan sólo el ligero acento italiano le hacía alejarse del susodicho individuo... Trató de convencerse a sí misma de que no todos los italianos pertenecían al bando, pero como algo inevitable, tendía a alejarse hasta que se cerciorara de que no tuviese nada que ver.

Cambió el peso de pierna, y el camarero finalmente se acercó. El reloj marcaba ya las 9:05. ¿Cómo podía pasar el tiempo tan rápido? Dejó el dinero que debía y, sin esperar a que le devolviese el cambio, se marchó de allí dirigiéndole un último vistazo al sospechoso. Ni siquiera se puso las gafas: El establecimiento estaba justo en frente. Ignorando el papel con las instrucciones, aún en la mesita de afuera, cruzó la calzada y entró en la perfumería.

FDR: Lamento el retraso, pero ando liadísima ú.ù

Luego de que ordene la chica dejo el dinero y corrió como alma que se lleva el diablo. Sonrei para mis adentros tomando mi cafe recien preparado y sentandome en una de las mesas de afuera observando ahi un pequeño papel. Mire a la chica que se perdio en la perfumeria de enfrente y luego lo tome para darle un vistazo.

-"Qué interesante"- Pense mientras acabe de leerlo y meterlo en el bolsillo de mi pantalon dandole un trago a mi amarga bebida.